lunes, 7 de noviembre de 2011

Un día de lluvia, de esos húmedos a más no poder, te quedas en casa, sin nada que hacer, simplemente tumbada en la cama con los cascos puestos, me recuerda a un recuerdo triste, de esos que no te gustaría haber recordado pero que sin quererlo lo recuerdas. Y así se te pasa el día, con miles de gotitas de agua golpeando tu ventana, transparentes como tu estado de ánimo hoy, se deduce, no hace falta mirar en profundidad, claramente estás aburrida, las canciones van pasando aleatoriamente en el iPod, a cada cual más lenta, lenta como las horas de este día que parecen no pasar, qué pasa...¿que el tiempo se ha detenido o algo? cada vez que miras el reloj parece retroceder más y más, y abres la ventana y dejas que mil y un gotitas golpeen contra tu cara, haciéndote así libre, sientes la lluvia, te empapa, por dentro y por fuera y poco a poco comprendes que quizá valga la pena esperar por las cosas, ir sin prisa, pero sin pararse demasiado, que quizá aquella chica no era tan antipática al fin y al cabo, ahora, sales a la calle, corres, bailas bajo la lluvia, te empapas de pies a cabeza, te sientes libre, cantas, gritas palabras, la gente te mira, no les parece normal, tu pasas, de todo, de ellos, de sus críticas y de sus paraguas, que, al fin y al cabo no cubren poco más que la cabeza, porque están calados, calados de sentimientos de amargura, de desesperación, de estrés, y, piensas que esta misma mañana, tú eras como ellos, de los que se quedan en casa cuando llueve, de los que, si salen, es para comprar el pan, y vuelven con paraguas en mano y deseando llegar para ver la tele, estar frente al ordenador o, simplemente estar sentado en la cama o sofás mirando al vacio, deseando que la lluvia acabe, no, ahora si que no, ahora comprendes el verdadero sentido de la vida, te gusta, miras a la vida desafiante, te mira, le sonríes, te sonríe, entiendes, ahora sí que sí.

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