martes, 20 de septiembre de 2011

Nunca digas nunca, nunca digas siempre.



Todo empezó el mismo segundo que te miré a los ojos por primera vez. Una mirada bastó para que nuestros pensamientos se entrelazaran. Una sonrisa fue suficiente para que ambos sintiéramos lo mismo. Un 'hola' era lo único que necesitábamos para enamorarnos. Fue una historia bonita: dos enamorados que se quieren el uno al otro, se prometen un 'te quiero' eterno y disfrutan de cada instante juntos. Pero los cuentos de hadas tienen un punto y final. Todo terminó cuando apartamos las miradas para que no se mostrara la verdad en nuestros ojos. Nuestras mentes se separaron al mismo tiempo que nuestros corazones. Nuestra felicidad dejó de depender del otro. Y se acabó.

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